2
Debió transcurrir más de una hora
desde que me durmiese, el alba se aproximaba. Algo que se movía en la oscuridad
de la cripta me despertó. Había alguien o algo más en aquel tenebroso lugar,
conmigo, y se aproximaba con el sigilo y la cautela de una víbora acechando a su
inocente presa.
< ¿Sería ese tipo ponzoñoso que venía de
nuevo a por mí?> —Me pregunté angustiado.
No podía creer lo que me estaba
pasando.
<Si hiciera caso a mi padre y me centrase
en los estudios en vez de seguir a las
chicas… me ahorraría todos esos quebraderos de cabeza, y nunca mejor dicho >
—pensé.
Tenía que hacer algo rápido para
salvarme. No podía gritar o alertaría a todos. No podía pedir auxilio puesto
que no tenía el móvil. Ni siquiera tenía nada con qué defenderme, salvo aquella
ridícula linternita. Aquella cosa estaba justo encima de mí, no había tiempo. Decidí
encender la linterna como única defensa. Jamás pensé que moriría de esa forma,
es más, jamás había pensado hasta ahora en que moriría… Si acaso, en alguna
somnolencia de la sobremesa en el sofá, había pensado en cierta ocasión que
fallecería de viejo en una esquina de un asilo, rodeado de recuerdos y las fotos
de mis familiares y seres queridos.
Pero eso que me acechaba estaba
ya demasiado cerca para evitarlo.
< ¿Debía resignarme a morir?> —me dije—
< ¿Era ese mi ridículo fin?>. Cuando
creí que ya estaba todo perdido, reconocí su aterciopelada voz aliviado. Era
ella… Sasha.
Un intenso olor a cera quemada
inundó mi olfato. Aliviado por el breve descanso al no tener que oler más esa
nauseabunda pestilencia que nos rodeaba, inhalé el penetrante olor a cera
quemada con desesperación. Seguidamente, noté cómo sus manos acariciaban mi
sucio rostro. Sentí una eléctrica sensación que me recorrió todo el cuerpo,
lástima que la cabeza casi me estalló cuando la sacudida de los nervios pasó
por mi cabeza. Me atreví entonces a abrir los ojos. La cegadora luz de la vela tan
próxima a mi rostro, me hizo retroceder un poco. No podía ver con semejante claridad ya que mis
ojos se habían acostumbrado durante la última hora a estar rodeados de un
abismo de oscuridad. Una vez mi visión se adecuó a la luz, pude observar con
mayor detalle la cripta dónde me encontraba. Decididamente era un lugar
espeluznantemente aterrador. Uno de esos lugares que ves en una película de
terror y en el que nunca te imaginas que podrás estar realmente. Sasha se sentó
en el suelo, a mi lado, y empezó a conversar como si aquel lugar fuese el lugar
más indicado para una primera cita y nos hubiésemos encontrado en un bar de
copas en vez de estar rodeados de féretros.
—Veo que te has despertado. —Observó
mirándome la cabeza—, siento mucho lo del golpe. Radgüll sólo pretendía
protegerme. Por la apariencia y la cantidad de sangre parece que has tenido una
gran hemorragia, pero ahora no corres peligro.
Parecía una experta en heridas
sangrantes. Sentí la tentación de replicarle que yo era el proyecto de médico
de los dos, pero al contemplar aquellos ojos azules como el cielo de la mañana
después de una buena tormenta; tan llenos de vida, no pude rebatirle. Permanecí
ensimismado, contemplándola como quien observa la última visión de su
existencia.
Sacó algo del bolsillo. Un frasco
pequeño de dudosa procedencia apareció ante mí. No tenía etiquetas ni ningún
símbolo identificativo.
—Si tomas este brebaje, te curarás
del todo, es un revitalizante. —Dijo mientras me acercaba un frasquito de
cristal verdoso oscuro— con esta medicina recuperarás toda la sangre perdida en
pocos minutos.
Asentí con la cabeza, incapaz de
pronunciar palabra alguna. No sabía por qué pero confiaba total y ciegamente en
ella. Ni se me pasó por la cabeza que tal vez aquello pudiera ser un veneno
para acabar con mi vida de forma rápida y limpia.
—Supongo que te preguntarás qué significa
toda esta situación, las preguntas se agolparan en tu mente. No te preocupes,
pronto lo sabrás… estoy dispuesta a contártelo todo.
—No te preocupes, no hay nada que
explicar —mentí— solo desearía marcharme, tal vez debería ir a un hospital…
Empecé a notar una levísima
mejoría, e intenté incorporarme todo lo rápido que pude. Al verme, me ayudó de
inmediato.
— ¿Desde cuándo te gusto? —Preguntó
sin más rodeos—. Supongo que después de esta extraña situación, ya no te gustaré
tanto —dijo envolviéndome con su mirada. Realmente era una ilusa si pensaba que
a pesar de esa situación tan desconcertante mis sentimientos hacia ella había
cambiado un ápice.
—No creas que vas a dejar de
gustarme porque tu amigo sea un bestia y le guste zurrar —bromeé, notando que
mi rostro volvía a los tonos magenta de nuevo.
—Háblame de ti, cuéntame qué tal
es tu vida, —preguntó con el interés repentino de quien quiere ser amigo de
alguien por alguna necesidad. Se acercó hasta un féretro y tomó asiento sobre tan
siniestro asiento.
—Hay poco que contar —expliqué—
mis padres tienen un negocio inmobiliario en el centro. Yo dedico mi tiempo a
estudiar y asistir a la universidad de medicina. Mi nombre es Marc, aunque creo
que ya lo sabes. El resto de nuestra familia vive en Italia. Mis padres son descendientes
de italianos, pero yo soy americano.
— ¡Italia! Adoro Italia —exclamó
Sasha— me encanta ese país y sus gentes tan vitales y alegres.
—Hablas como si hubieses estado
allí varias veces —dije sorprendido ante la idea de que algo más nos unía.
—Estuve allí, hace más de veinte
años pero… —Se detuvo de repente— quiero decir hace bastante tiempo, no en
sentido literal. Parece que fui allí hace más de veinte años. Supongo que habrá
cambiado muchísimo…—se corrigió mientras jugueteaba con sus cabellos, cualquier
cosa para distraerme—. Lo que más me gustó fue Venecia, tan bellísima de día,
pero tan misteriosa y sensual por la noche.
—Yo nunca he estado allí. Mis
padres no han vuelto a visitar a su familia, al menos desde que nací yo.
Siempre son ellos los que quieren venir a visitarnos. Ya sabes, esta ciudad
está tan cerca de Nueva York que siempre hay algún primo que viene a visitarnos
con esa excusa, así obtienen alojamiento gratuito para poder visitar la gran
manzana. Ese es el motivo por el que mis padres no han necesitado ir hasta el
país de mis abuelos para volver a ver a la familia. Además el viaje resulta muy
costoso. Por unas cosas y otras al final el tiempo ha ido pasando y no he ido
nunca. Pero quiero ir a perfeccionar mi italiano, y a conocer mis raíces… ¿Por
qué no me hablas ahora un poco de ti? —le pregunté, tratando de averiguar más
sobre sus gustos y aficiones. Todavía pensaba en una futura cita, olvidando la
situación en la que me encontraba.
—No seas impaciente. Si de veras
quieres saber algo de mí, podrás esperar a mañana… —dijo misteriosamente—
supongo que estarás cansado, deberías volver a tumbarte —sugirió mientras me
ayudaba a recostarme sobre sus piernas.
Como si por algún hechizo mágico
se hubiese tratado, tras escuchar sus palabras noté una enorme paz interior. Todos
los músculos de mi cuerpo se fueron relajando hasta que mi mente dejó poco a
poco de agitarse. Placenteramente me sumí en un agradable sueño. En los últimos
instantes en que el sopor se apoderó de mí, sólo pude ver sus preciosos ojos
mirándome fijamente. Al lado, el milagroso frasquito del reconstituyente. Y mi
último pensamiento llegó para martirizarme: ¿y si en vez de medicina… el frasco
contuviese veneno?
No comments:
Post a Comment
Deja tu comentario y en breve será publicado. Gracias por tu tiempo.