Os dejo la segunda parte del tercer capítulo de Hechizo de sangre!!
Me cambié de ropa en un
periquete. Al cabo de unos minutos estaba saltando de tejado en tejado hasta
llegar al suelo donde ella me esperaba medio camuflada tras la ranchera burdeos
de algún vecino.
—Supongo que te estarás haciendo
mil preguntas…
Asentí con la cabeza como si
fuese un autómata.
—Por eso estoy hoy aquí. Quiero
explicarte todo lo que necesites saber. Así que no malgastes más neuronas
buscando alguna explicación lógica a cómo te curaste tan rápido, cómo volviste
a tu habitación, y qué es lo que te ocurrió anoche… Déjate llevar…
Me pidió que la siguiese. Yo como
una aciaga cobaya de laboratorio, drogada por cualquier medicamento
experimental, hice lo que ella me pidió sin rechistar. Tal vez fuese por culpa
de todo el tiempo que había invertido espiándola desde mi habitación que ahora
que la tenía tan cerca, no quería dejarla escapar.
Comenzó a caminar cada vez más
deprisa, pero casi sin aparente esfuerzo. Andaba tan rápido que a veces sólo
podía ver el reflejo de sus mechones dorados al doblar cada calle. De nuevo
parecía que no lograba alcanzar su resuelto paso por las calles de Sayville.
En mi interior algo me decía que
huyese, que me marchase de allí. Pero otra parte me decía que me quedase y
luchase por algo que había deseado durante tanto tiempo. Sabía que la vida
habría merecido la pena si la tuviese entre mis brazos aunque fuesen unos
segundos.
Tardamos diez minutos en llegar a nuestro
destino, un colosal sauce llorón al comienzo del bosque. El inhóspito lugar era
un revoloteo constante de polillas gigantes y el ulular cercano de alguna
plomiza lechuza que habitaba cerca del imponente árbol, invitándonos a
marcharnos. Nos sentamos sobre una enorme roca gris cubierta de un musgo verde
eléctrico por la parte inferior y que estaba algo húmeda. Entonces comenzó a
narrar su historia.
—Ya sabes que me llamo Sasha.
También sabes que soy tu vecina, aunque eso no sea ya por mucho tiempo —aclaró.
Sentí que se me paraba el pulso.
¿Me estaba diciendo que se marchaba?
—Sabes que después del incidente
de anoche, mis compañeros y yo corremos peligro y tenemos que huir a otro lugar
más seguro.
— ¿Por qué corréis peligro? ¿Es
que pertenecéis a una banda terrorista o
algo parecido?
—De ninguna manera —dijo
echándose a reír— veo que no sospechas absolutamente nada sobre quienes somos o
qué hacemos.
Durante unos segundos, el
silencio se apoderó del cargado aire que nos rodeaba. Parecía como si ella
quisiera contármelo y yo no quisiera saber demasiado por miedo a poner mi vida
en peligro.
—Nunca te has parado a pensar, ¿por qué mi
piel es tan nívea, o por qué sólo salgo durante la noche? Antes de que me interrumpas, permíteme que te
cuente todo. Cuando termine, puedes preguntarme lo que quieras. —Ordenó a la
vez que me cogía de la mano—. Como eres un chico racional y de ciencias no
creerás en nada más que el mundo físico, lo real, lo tangible, aquello que
puedas ver con tus propios ojos. Pero debes empezar a pensar que también existe
lo que llaman el más allá, una realidad paralela, el inframundo, o como quieras
llamarlo. Para que algo exista, debe
existir su opuesto, es la ley del equilibrio en el universo. Si aceptamos el
bien y el mal, lo joven y lo viejo, entonces también deberá existir lo realidad
y la fantasía. No me vale que solo creas en lo real, debes creer en que algo
más nos toca con sus sutiles dedos sin que lleguemos a darnos cuenta. Cuando
vemos por primera vez el mundo en su conjunto, ya no podemos verlo como antes.
Pero a partir de esta noche, tu visión sobre la vida va a cambiar por completo,
te lo aseguro. Tanto si aceptas unirte a nosotros, como si no.
—Aunque mi mente trabajaba a
destajo, no conseguía, o intuitivamente no quería averiguar de qué se trataba.
—Antes de confesártelo todo,
debes darme tu palabra de que jamás le contarás a nadie que has hablado
conmigo, ni sobre qué hemos hablado. Ya que todos nosotros, tú incluido,
correríamos un grave peligro. —advirtió en tono severo, mirándome directamente
a los ojos como nunca antes lo había hecho. Su mirada me paralizó, me caló
hasta los huesos—. Está bien lo soltaré sin más rodeos: ¡soy una vampira! Y lo
más importante para ti, es que te he elegido para que seas mi compañero. Antes
de que acabe la noche, tú también lo serás.
En otras circunstancias y ante
otra persona me hubiera desternillado de risa en su propia cara. Hubiese
pensado que estaba loca de remate, y me hubiese marchado dejándola con un palmo
de narices. Pero la extraña transformación, casi imperceptible pero presente,
que sufrió su rostro cuando me lo dijo, me heló la sangre. Su cara no empezó a
arrugarse ni le crecieron colmillos como sucede en las películas. Pero esa
sonrisa maliciosamente diabólica del depredador ante su presa y la dilatación
de sus pupilas hasta casi hacer desaparecer el iris que ahora era de color
turquesa intenso, hizo que su cara se transformase lo suficiente para saber que
no estaba mintiendo, esa mirada no era humana. Su nueva e inquietante mirada se
clavaba en mi cuello, controlaba con su mente todos mis movimientos hasta que
impulsivamente comencé a temblar.
No pude mediar palabra. No era
capaz de moverme o producir sonido alguno. Sentía un pánico atroz y una
irresistible atracción por ella. Estaba a su merced. Por la manera hierática en
que lo había dicho, y por el aspecto enjuto de su rostro, sabía que su
confesión era cierta.
<Ahora, ¿qué?> —pensé.
—Aun sigues sin creerme, ¿verdad?
—preguntó fulminándome con la mirada. Apenas me dio tiempo a reaccionar porque
ya estaba encima de mí, el pánico recorría todas mis venas y mis nervios
estaban paralizados ante esa situación. De repente, sentí una ligera punzada en
el cuello. Mis ojos se abrieron de par en par intentando ver qué me pasaba.
Alrededor sólo veía oscuridad y la penumbra de las luces eléctricas de la
calle. El tiempo se detuvo. Ningún sonido llegó a mis oídos. Sólo escuchaba un
sonido que provenía de Sasha al saborear mi
sangre. Noté que toda la vida en mí se detenía. Ya no tenía miedo, frío,
hambre o cualquier otra sensación. Sólo quería dormirme.
< ¿Estaría ya muerto?, ¿Sería
la muerte ese estado en el que lo perdemos todo, menos nuestra mente y sin
embargo nos da todo igual?>
Pero mis pensamientos acerca de
la muerte duraron escasos segundos. Volví en mí al escuchar el sonido de la
sangre pasar por su garganta a una velocidad feroz, debía hacer algo o me
mataría. De repente la succión se detuvo, algo le hizo cambiar de opinión.
— ¿Me crees ahora? Podría haber
acabado contigo si hubiese querido, pero te respeto demasiado… quiero que
permanezcas a mi lado cuando estés preparado… no voy a arrebatarte la vida como
hicieron conmigo. El camino hacia tu destino lo construyes solo tú.
Traté de escuchar sus palabras,
pero yo ya había perdido suficiente sangre como para que mi mente se nublase.
Finalmente mi consciencia se apagó.
No comments:
Post a Comment
Deja tu comentario y en breve será publicado. Gracias por tu tiempo.